Cuento.


EL COLOR DE MIS OJOS
Tori es una pequeña niña de 7 años.  Tori va a una escuela cerca de su casa, donde van todos los niños de su barrio.  Su abuela es quien la recoge todos los días después que las clases terminan, Tori siempre tiene muchas preguntas y su abuela siempre se las responde con una historia, esta vez la pequeña  esta intrigada porque a su colegio llego una niña que tiene sus ojos de un azul tan intenso como no había visto nunca antes, Tori tiene los ojos de un café muy claro  y su abuela los tiene tan oscuros como la noche misma.
- Abuelita Leo, hoy llego a mi curso una niña con los ojos muy azules, yo no podía dejar de mirarla.  ¿Ella está enferma abuelita?
- Abuela Leo lanza una gran carcajada, abraza a su pequeña Tori y le responde:
- No, Tory, ella no está enferma, simplemente tiene los ojos de un color diferente.  ¿Quieres que te cuenta una historia?
La emoción de Tori no se puede ocultar.
- Si abuelita cuéntame.
Al principio en el infinito espacio cuando nada había sido creado giraba  una gran bola de fuego  de llameantes colores, en ella no habitaba otro ser vivo, únicamente la llama que ardía y latía cambiando de forma y color.   Habían pasado millones de años y el fuego se sentía solo, ya su calor no era suficiente compañía.
Danzaba sin rumbo buscando reposo  para su larga y paciente soledad que comenzaba a atormentarlo, el incesante sonido de su propia existencia consumía sus pensamientos más lúcidos,  dentro de él estaba creciendo un ser capaz de destruir el universo entero y en su afán de controlarlo lanzaba tormentas de fuego que se consumían en el cosmos  al chocar con otros cuerpos celestes.  El universo que había sido hasta el momento un gran vacío negro al que solo iluminaba la violenta masa  se llenó de pequeños puntos brillantes de deslumbrante blancura que de inmediato atrajeron su atención.  Sus rojos ojos llenos de furia empezaron a serenarse y lentamente parecía que el blanco brillante de aquellos puntos que lo rodeaban se trasladaba a ellos, se sintió tan conmovido por lo que estaba observando que por un momento su furia comenzó a extinguirse y llamo a su maravillosa creación  estrellas y al mirarlas sentía compañía, y compartía con ellas sus sueños, pero aún no era suficiente, aun sentía soledad y cuando esto ocurría, otra vez enfurecía.
El espacio se había convertido en una atmosfera extrema, era demasiado terrible para ser mirado pero demasiado poderoso para resistirse a sus cambios, la voraz y ardiente  conglomeración de luz y calor estaba consumiendo y transformando todo cuanto la rodeaba.  El sabio espíritu del universo sintió que debía hacer algo para aplacar su furia, debía encontrar una fuerza  tan poderoso como el fuego mismo pero que a su vez  lograra enfriar el destructor impulso de la llama.  De esta forma envió a la diosa Kuay quien descendió  sobre el gran fuego en forma de lluvia, y con sus frías gotas empezó a calmarlo, pero al contrario de lo que el padre Universo  pensaba, el fuego no se extinguía, si no que su calor sedujo a la diosa Kuay y en cuanto esta toco el corazón incandescente, sintió deseos de danzar con él.  Ella era tan poderosa y sublime que él también se sintió  atraído  y juntos comenzaron a moverse por la gran orbe, pronto esta no era solamente de colores llameantes rojos o naranjas o amarillos, ahora se veía de muchos colores, rodeada por fumarolas multicolores y ríos magenta que cambiaban a violeta y azul.
Así ellos, seres tan contrarios en su esencia, unieron sus diferencias y empezaron a crear una nueva atmosfera y  cuando el fuego se unía con la diosa Kuay, dejaban a su paso una ceniza negra que al secarse tomaba forma, y poco a poco se fueron formando grandes elevaciones  a las que llamaron montañas y que más tarde serían su refugio; el fuego vivía en una gran montaña que emanaba humo y el agua en otra junto a él de la que brotaban hermosos ríos de colores y se juntaban en un gran mar de brillantes matices.
De vez en cuando la diosa Kuay entraba a la casa del gran fuego y entones de la montaña salía un rio multicolor de agua y fuego que bajaba por las laderas y creaba caminos.
Pronto el paisaje comenzó a verse diferente, ya no se veía violento y rojo; la ceniza que brotaba de la montaña de fuego hizo fértil el suelo y cuando era regado por  la diosa Kuay nacía de él  un hermoso color verde que lo cubrió todo como si fuera un enorme y fresco tapete.  A este nuevo suelo, lo llamaron Tierra.  Eran muy felices, atrás había quedado la furia indomable del Fuego, ahora los dos se complementaban el uno al otro,  juntos reinaban en este lugar, pero aun sentían que algo faltaba, algo que recorriera los valles verdes que habían formado.  Entre sus juegos imaginaban seres que junto a ellos disfrutaban la nueva creación, y entre tanto  cuando sus esencias se fusionaban comenzaba a surgir la semilla de la vida.    Frente a sus ojos comenzaron a aparecer unas pequeñas criaturas que se movían, tenían la transparencia del agua pero por dentro se podía observar que algo latía y se movía como el fuego; las criaturas comenzaron a crecer y a cambiar de forma, al ver la maravilla que habían creado y ver que ellos estaban dotados de vida y eran criaturas sensibles, la diosa Kuay y el gran fuego los llamaron Animales, cada uno era tan diferente a otro pero en cada uno de ellos se podía ver alguna de las cualidades de los dioses, y por ello fueron nombrándolos.  Algunos tenían cuernos y poseían la ferocidad y valentía del fuego, otros eran suaves y pequeños y su esencia inspiraba paz y sosiego como el agua, pronto todos tenían un nombre, el caballo, el toro, el mono, el rinoceronte, y fueron tantos que no cabían ya en ese lugar, así que los esparcieron por toda la tierra y cuando la tierra estuvo llena, decidieron ponerles alas para que surcaran el cielo, y cuando el cielo estuvo lleno, entonces dieron vida a seres que navegaran en el mar inmenso.
La tierra entera estaba poblada por estas bellas y sensibles criaturas, hijas del amor entre el gran fuego y la diosa Kuay.   Y era tan grande este paraíso y tantas las criaturas que habían creado que pronto sintieron que necesitaban ayuda de alguien para cuidar de ellas.  Así que se sentaron juntos al filo de la montaña más alta, la montaña de colores, una que tocaba el mar desde abajo y la cima besaba el cielo y observaron todo cuanto había alrededor y luego tomaron barro de la montaña y la diosa Kuay lo remojo con agua y lo moldeo en sus manos cuando tuvo forma el fuego le dio calor y cuando estuvo seco y lo bastante firme pidieron al gran padre Universo que le diera su soplo divino y le otorgara vida. El ser comenzó a moverse y observar cuanto lo rodeaba y de él  brotaba luz y calor apacible, y se veía poderoso como el fuego y  sereno como el agua.  Era tan perfecta su creación, que decidieron hacer una más, y otra y otra, cada una labrada con el barro de la cima de la montaña de colores y moldeada con el agua multicolor del mar que se encontraba al pie de esta.  Cuando varias criaturas multicolores estuvieron listas el padre Universo, padre de todo lo existente, les dio un soplo de vida e introdujo en ellas su propia energía, lo que las hacia únicas y sublimes, ellas serian quienes cuidarían de la creación de sus dioses.
A estas criaturas los llamaron seres, y se sentían orgullosos de lo que habían creado, al verlos correr por los verdes campos en armonía con sus otras creaciones.  Los seres tenían cada uno un color diferente, según el barro de la montaña utilizado, y cuando estaban todos juntos se veían como una gran constelación de colores.
El fuego y la diosa Kuay compartieron con ellos la semilla de vida y  les permitieron engendrar otros seres como ellos a los que llamarían hijos y a aquellos que no querían engendrar les permitieron cuidar de los hijos de sus semejantes y llamarlos hijos también.  Las parejas de seres con sus hijos eran un hermoso prisma porque varios azules tomaron como esposos a rosas y otros a verde o amarillos y los hijos eran seres de colores que resplandecían en el valle iluminado por el fuego.
Fueron también esparcidos por el mundo y entregado fue a ellos todo cuanto había sido creado hasta el momento, lo que surgía de la tierra, que era su refugio y también proveía su alimento, y los animales que eran su compañía y a los que también debían respeto por ser al igual que ellos creación divina.  En la joven tierra reinaba el afecto y el respeto entre todos.
Los seres cuidaban la tierra y de ella obtenían lo necesario, cuidaban de los animales y aprendían también de ellos, todo se veía tan perfecto ante los ojos de los dioses quienes recorrían el Edén, no había día, ni noche, ni luz, ni oscuridad.  En el cielo adornado por los vapores que emanaban de la montaña de fuego se veían las nubes polícromadas y los pequeños puntos brillantes que habían sido creados.  El corazón de los seres tenía la fuerza del fuego para amar y la suavidad del agua protectora, y por su parte los animales eran dóciles de espíritu  y con amor servían a los seres. Nada podía perturbar este mágico lugar.  Más algo había quedado del ímpetu rebelde del fuego en ellos y pronto esto se empezaría a notar.
En este paraíso donde el amor y el respeto habían gobernado hasta el momento, asomaba un extraño sentimiento y en algunos de los  seres empezó a nacer algo oscuro que los hacía enfrentarse entre ellos y lo que antes era paz y armonía hoy se veía empañado por discusiones y riñas, empezaron a poner límites entre las cuevas de unos y otros, se adueñaron de algunos de los animales y los hicieron su propiedad, y no permitían que otros seres tomaran los frutos que crecían en sus límites, la envidia y el ego cegaron sus almas porque alguien opinaba que los de color morado eran más hermosos y los de color rojo decían que eran superiores porque se parecían al fuego y los azules decían que ellos debían reinar porque eran como Kuay, el agua, los verdes se sentían los dueños del valle porque llevaban su mismo color, y los amarillos sentían que su brillo los hacia más valiosos y otros trataban de ocultar sus colores porque decían no sentirse conformes con ellos.  
Olvidaron el respeto que les debían a los dioses creadores, y se concentraron en ellos mismos volviéndose egoístas.  La tierra que hasta el momento había sido su refugio y les había provisto de alimento, fue descuidada y maltratada, y los animales que no habían sido creados para sustento fueron cazados sin compasión.
Al ver esto el gran fuego enfureció, y tomo la decisión de destruirlos a lo que Kuay se opuso, puesto que ella era más misericordiosa. Pidió a su amado tuviera piedad con los seres y trato de persuadirlo para que los perdonara.  En cuanto a ellos les envió un torrencial diluvio para que se dieran cuenta del error que habían cometido, más la maldad no les permitía mirar su falta.  El fuego perdió su paciencia y la furia que lo había dominado en un principio volvía a renacer.  El amor de Kuay lo controlaba un poco más esto no era suficiente,  el  lanzaba por doquier sus rayos  y Kuay tremendos aguaceros para apagarlos y proteger a sus criaturas; en esta lucha de los dos, el uno por destruir y el otro por proteger fueron lastimados muchos animales que convivían con los seres y eran indefensos, se destruyó mucha vida que había brotado de la tierra  y los seres sintieron temor y se arrepintieron de lo que habían hecho.  Buscaron lugares donde esconderse y se ocultaron en las  cavernas de las montañas, en este lugar que solo había sido hasta el momento nacimiento de vida, se empezaba a sentir la presencia de la muerte y la tristeza, ellos, los seres, que hasta el momento no conocían el final, solo el principio de todo, estaban mirando como por su comportamiento todo se estaba acabando y por primera vez se escuchó la palabra muerte y pensando que pronto morirían empezaron a dibujar en las paredes todo cuando estaba pasando y todo cuanto recordaban de la tierra.
El gran fuego cansado y muy triste porque era la primera vez que se enfrentaba a su amada Kuay y sentía en su candente corazón  la decepción por lo que los seres estaban haciendo decidió subir a lo más alto del cielo y envolverse en sí mismo volviéndose nuevamente  la gran esfera  de fuego, pero esta vez su luz no iluminaba, se había apagado y reino una oscuridad que envolvió a la creación en tinieblas.  Los seres salieron de las cavernas pero al no poder mirar nada de lo que estaba a su alrededor, cayeron de rodillas y por primera vez de sus ojos broto la diosa Kuay en forma gotas que mostraban su enorme tristeza por lo que habían hecho, a esta lluvia de sus ojos la llamaron lágrimas, y cuando ellas caían la diosa Kuay más entristecía.
 La diosa Kuay al ver que su amado había dejado la tierra, se introdujo en lo profundo del mar y extrajo su esencia y de él broto una hermosa esfera de plata que subió a lo más alto del cielo donde se posó frente de la roja y oscura bola de fuego, las criaturas alzaron la mirada al cielo y vieron cómo se formaba una circunferencia de plata rodeada por una roja y negra, sintieron miedo porque nunca antes habían visto este suceso.  Pasaron unos instantes y la diosa Kuay en forma de esfera se fue apartando dejando descubierto al gran fuego envuelto en sí mismo, y en lo alto del cielo los seres observaron que sus dos dioses estaban juntos y el fuego estaba tranquilo y ahora se veía de un amarillo intenso que los enceguecía, alzaron la mirada al cielo y al mirar el brillo, de ellos broto la primera palabra, sol, y así   llamaron a su dios.  A su lado estaba su madre Kuay, vestida con un blanco de plata   y al ver la belleza tan única, llamaron a su diosa Luna.  Y entonces los dos dioses se turnaban para observar desde lo alto a sus criaturas, y cuando el dios sol salía lo llamaron día, y cuando la diosa luna los miraba, lo llamaron noche.
Los seres fueron perdonados, y la armonía volvió a la tierra, los nuevos hijos eran seres de todos los colores y no había diferencia en ellos, los unía el amor que cada uno tenía al otro y el recordar que todos, seres y animales, y plantas y todo cuando crecía en la tierra, provenía de los mismos padres y todos y cada uno de ellos poseía en su interior el calor del fuego y por sus venas corría la esencia de la diosa Kuay.
Y así fue como tú y yo fuimos creados mi pequeña Tori, y por eso tú tienes los ojos negros y los de tu amiguita son azules, porque en cada uno de nosotros viven aún los primeros seres multicolores que poblaron el planeta.



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